Falsos mitos alimentarios: engaños del marketing

Los falsos mitos de la nutrición

(Muchas personas piensan que están pensando, pero en realidad solo están reorganizando sus prejuicios)
William James

Comer debe ser un acto natural, como moverse o respirar. Sin embargo, nunca antes nos basamos en manuales, dietistas, nutricionistas, sitios de Internet, para aprender a hacer algo que nuestros antepasados ​​hicieron espontáneamente durante millones de años.

Sin embargo, a pesar de laenorme atención dedicada a la nutrición, el sector alimentario sigue siendo enormemente confuso y contradictorio. Prácticamente todos los días aparece una nueva dieta "milagrosa", que promete belleza, salud y peso, de forma rápida y sin esfuerzo, mientras la investigación científica avanza lenta y laboriosamente, generando más dudas que certezas.

En esta confusión nacen y se mantienen falsos mitos, hábilmente manejados por la industria alimentaria, que, como todas las industrias, se preocupa más por su beneficio que por nuestra salud.

El falso mito por excelencia es “para adelgazar tengo que comer menos y moverme más”, basado en la famosa hipótesis del “conteo de calorías”, que considera el cuerpo como una balanza de dos platos. En uno encontramos las calorías que entran con la comida y en el otro las que salen con la actividad física.

El equilibrio del peso (y presumiblemente de la salud) sólo se obtendrá igualando exactamente estas dos cantidades, empresa infinitamente compleja y francamente imposible.

De hecho, el destino de las calorías, o más bien de los nutrientes, que ingerimos lo decide el organismo en función de las múltiples necesidades del momento:
renovar y reparar tejidos, sintetizar hormonas y anticuerpos, mantener la temperatura, crecer, combatir infecciones, digerir, pensar y muchas otras funciones, todas interna y absolutamente reguladas fuera de nuestro control.

Nuestro organismo, evolucionado para resistir en circunstancias adversas, regula el apetito, el consumo y el peso adoptando una lógica de supervivencia. En condiciones de carencia, como durante una dieta hipocalórica, reaccionará ralentizando el consumo y activando mecanismos de emergencia: aumenta el hambre, disminuye la energía, se irrita, se sacrifica masa magra, etc.

Y cómo un cactus sediento en el desierto, el cuerpo se prepara para absorber y acumular todas las calorías que ingresan, lo que lleva a la pronta recuperación del peso (con intereses) tan pronto como se suspende la dieta; además, con cada dieta hipocalórica, el organismo “aprende” a afrontar la restricción posterior, conservando peso y grasas de forma cada vez más eficaz y eficiente.

Es así como las dietas hipocalóricas repetidas se convierten en una causa importante del sobrepeso: la solución fallida intentada que complica el problema y lo mantiene en el tiempo.

Una consecuencia directa del falso mito de las calorías es el diabólico falso mito de que “para adelgazar sólo hace falta un poco de fuerza de voluntad”, la necesaria para saciarse día tras día con una ensalada sencilla o un tarro de yogur desnatado. Sin embargo, dado que, ante una deficiencia energética, el cuerpo reacciona rápidamente aumentando el hambre y reduciendo el consumo, a pesar de los sacrificios, la tan ansiada pérdida de peso se ralentiza progresivamente hasta detenerse por completo.

Si continuamos con esta "lucha de brazos" con nuestro metabolismo, tarde o temprano la "fuerza de voluntad" estará destinada a sucumbir y, cansados, desanimados y hambrientos, recuperaremos todo el peso con los intereses. Aún más deletéreo, sin embargo, es el efecto psicológico de este falso mito.

Descuidando por completo el enorme valor psicoemocional que tiene la comida en nuestra sociedad del bienestar, la dieta restrictiva entra en conflicto con una emoción fundamental ligada a la comida, el placer: el placer de la buena comida, de estar juntos, de la convivencia.

Sin embargo, como dijo San Agustín "nadie puede vivir sin placer“Y el sacrificio prolongado que impone la dieta tarde o temprano resultará en una pérdida de control, inevitablemente acompañada de enormes sentimientos de culpa por declaraciones nutricionales excesivamente estrictas.

El control obsesivo de la comida y la paradoja del intento de control que te hace perder el control, si se repite en el tiempo, altera profundamente nuestra relación con la comida y puede desembocar en algunos casos en un trastorno alimentario, como la bulimia y los atracones.

Ya que, parafraseando a Oscar Wilde “la única manera de vencer una tentación es ceder a ella”, en lugar de establecer un tira y afloja insensato entre la voluntad y las sensaciones y emociones, es necesario incluir pequeñas transgresiones, pequeñas pérdidas de control programadas que protegen contra grandes pérdidas de control.

Como expresa Giorgio Nardone, ante un placer”si lo permites puedes renunciar a ello, si no lo permites será indispensable". Mantener una alimentación equilibrada, entendida en el sentido original del término, es decir, "estilo de vida", no puede pues depender nunca de un esfuerzo voluntario, sino de un profundo conocimiento y respeto de nuestra fisiología y psicología, porque, en palabras de Epicuro, "la naturaleza no debe ser forzada, sino persuadida".

Dra. Roberta Milanese y Dra. Simona Milanese
(Psicoterapeutas, docentes e investigadores oficiales del Centro de Terapia Estratégica)

 

Bibliografía
Milanese R., Milanese S. (2019), Nutrición: falsos mitos y engaños del marketing, Alpes, Italia
Nardone G. (2007), La dieta paradójica, Ponte alle Grazie, Milán.

Fragmentos de código PHP Desarrollado por: XYZScripts.com