insomnio

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"El insomnio es una lucidez vertiginosa que podría transformar el mismo Cielo en un lugar de tortura.
Con estas palabras, Emil Cioran ninguno "El inconveniente de nacer" describe el insomnio. Cualquiera que haya pasado al menos una noche en su vida sin dormir, atrapado en el perverso mecanismo de intentar dormir, resultando cada vez más despierto, entiende el significado de la citada frase.

Si excluimos la presencia de algunas patologías orgánicas, como enfermedades neurológicas, cardiovasculares, digestivas, dolores crónicos agudos, etc., la incapacidad para dormir aunque hay una profunda necesidad fisiológica, tiene orígenes puramente psicológicos.
Usé mal la palabra "orígenes" porque en la mayoría de los casos de insomnio que perdura en el tiempo (es decir, el que se define como crónico y no transitorio), la razón por la que no duermes no tiene nada que ver con la razón por la que empiezas a no dormir.
De hecho, puede ocurrir que, a raíz de cualquier acontecimiento psíquico u orgánico (muy claro para nosotros), se empiece a tener dificultades para conciliar el sueño o se empiecen a experimentar frecuentes despertares nocturnos, y eso, con el paso del tiempo, incluso a pesar de la resolución de la causa inicial, se establece un nuevo mecanismo: el miedo a no dormir.

El 50% de los insomnes tienen miedo de no dormir (pero no son plenamente conscientes de ello).

Los sujetos afectados por este trastorno (porque es un trastorno real) declaran en efecto que no tienen pensamientos particulares o problemas a los que enfrentarse, pero que empiezan a sentir una tensión subyacente a medida que cae la tarde, a veces una verdadera ansiedad, al final. misma hora, idea de tener que acostarse, conscientes de la larga y atormentada noche que les espera. Una vez listo para dormir, el cerebro se "enciende" en lugar de apagarse, los pensamientos se agolpan, los músculos se tensan en lugar de relajarse, se entra en un estado de agitación psicofísica en el que todo intento por poder soltarse y dormir se transforma en otra causa de tensión. Esta espiral puede alcanzar picos dramáticos, con horas y horas de vigilia nocturna, que sólo hacia la madrugada es interrumpida por un sueño logrado por el agotamiento.

Las consecuencias son obvias: si se ve obligado a levantarse de todos modos, el día será largo y agotador, si puede dormir hasta tarde a la mañana siguiente, el día y la noche se invertirán lentamente. En este punto, el uso de fármacos específicos para dormir es frecuente, a veces aparentemente decisivo, a veces sólo de forma temporal (no son raros los casos en los que, a pesar de los somníferos, las horas de sueño son todavía escasas). Si el 50% de los insomnes tienen dificultad para conciliar el sueño, un buen 30% se duerme fácilmente, pero se despierta en medio de la noche sin poder volver a dormir. Este tipo de insomnio no se basa, como el anterior, en el miedo a no dormir, sino en un mecanismo diferente. De hecho, estos sujetos relatan en la noche su forma de gestionar la realidad propia de su vida diurna: un control constante de la realidad a través del pensamiento. De hecho, el despertar llega de repente, como el encendido de una bombilla, acompañado de un torrente de pensamientos sobre la jornada laboral o los problemas que habitualmente se enfrentan en las horas de vigilia. La mente parece incapaz de dejar de organizar, controlar, gestionar, planificar y así, lo que aparentemente puede parecer funcional en la vida cotidiana, se convierte en un peligroso mecanismo nocturno.

De hecho, todo lo que funciona, llevado a la exasperación, se vuelve invalidante, ¡incluso una buena capacidad organizativa! En estos casos, los afectados pasan el resto de la noche pensando, agobiados por la ansiedad por el día siguiente, temerosos de no lograrlo y de no tener las fuerzas suficientes. Pueden llegar a tener verdaderos ataques de pánico, sintiéndose abrumados por una realidad que ya no está bajo su control y en consecuencia magnificando los acontecimientos futuros a los que se enfrentan. También en este caso es frecuente el uso de fármacos, en su mayoría ansiolíticos. Pero incluso en estas situaciones nunca es un acto terapéutico decisivo, sino un tampón que calma momentáneamente, pero lo vuelve cada vez más incapaz de actuar de otra manera. El 20% restante de los insomnes saben por qué no duermen. La noche puede ser aterradora por varias razones y, por lo tanto, se convierte en un lugar estrecho y siniestro donde nunca querrías aterrizar. La caída de la oscuridad trae a la mente a veces pensamientos aterradores, no solo en los niños (sin duda los más afectados) sino también en los adultos. El miedo a la muerte, a los ladrones, al terremoto, a los fantasmas, a los propios pensamientos, a los propios síntomas físicos, etc. encuentran su punto máximo en la oscuridad de la noche.

En estos casos asistimos a auténticos intentos de transformar la noche en día, en los que los sujetos que la padecen intentan aplazar cada vez más el ir a la cama, tratando de aturdirse frente al televisor y así poder desplomarse sin lucidez en la propia cama o, a veces, incluso llegar al punto de no poder ir más allá. El resultado, incluso en este caso, es evidente: noches en el sofá, con la luz encendida, la televisión de fondo y a la mañana siguiente el cuerpo dolorido y cansado. El uso de drogas es más raro en estas situaciones. De hecho, los sujetos, siendo más conscientes de por qué no duermen, consideran inútil el uso de fármacos que “de todos modos no me quitarían el miedo”.

Por tanto, en los tres casos descritos anteriormente nos encontramos ante mecanismos patológicos específicos que impiden al sujeto afectado, a pesar de los esfuerzos e intentos realizados, encontrar descanso en el sueño. Es interesante en este punto subrayar (¡antes de dar esperanzas a los lectores desvelados!) cómo las reglas de la llamada "higiene del sueño" (es decir, aquellas reglas de comportamiento que deberían favorecer fisiológicamente un buen sueño) no sólo no son determinantes en estas situaciones, sino que pero en algunos casos pueden incluso agravar los rasgos. De hecho, estamos asistiendo a verdaderos endurecimientos casi obsesivos de horarios, comidas, hábitos ritualizados realizados antes de acostarse, que en lugar de favorecer el sueño lo bloquean aún más.

El trabajo de una buena terapia para los problemas descritos hasta aquí, se enfoca precisamente en desbloquear los rígidos y redundantes mecanismos que atrapan al sujeto en su forzada vigilia nocturna. La psicoterapia estratégica breve ha desarrollado protocolos de tratamiento específicos para los diferentes tipos de insomnio, provocando en la gran mayoría de los casos brotes de la patología desde las primeras sesiones de tratamiento.

Se guía al paciente, a través de pequeñas tareas, a veces aparentemente bizarras o ilógicas, de las que no siempre se le hace consciente del mecanismo para surcar el mar sin el conocimiento del cielo, o para engañar a la mente en la búsqueda del sueño, para que lo que lo obstaculiza puede ser anulado, ya que, citando a Dumas, " el sueño es una divinidad caprichosa, y justo cuando se invoca... te hace esperar.

Dra. Federica Cagnoni (Psicóloga-Psicoterapeuta Oficial del Centro de Terapia Estratégica)

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