La terapia como investigación, la investigación como terapia

terapia

Desde 1985, a través de un método experimental empírico, el Centro de Terapia Estratégica de Arezzo ha realizado investigaciones para el desarrollo de modelos avanzados de terapia breve estratégica orientada a la solución.

El resultado más interesante fue el formulación de protocolos para el tratamiento de trastornos mentales específicos - especialmente los trastornos fóbico-obsesivos y los trastornos alimentarios (Nardone, Watzlawick, 1993; Nardone, Verbitz, Milanesa, 1999)- con resultados altamente efectivos y eficientes, reconocido científicamente como el más relevante en el campo psicoterapéutico (87% de los casos resueltos con una duración media de siete sesiones).

La idea central fue desarrollar, a partir de modelos de terapia general, protocolos de tratamiento específicos para patologías particulares, es decir, secuencias rigurosas de maniobras terapéuticas con poder heurístico y predictivo, capaces de guiar al terapeuta recurriendo al uso de estratagemas terapéuticas particulares, para romper el rigidez patológica específica del trastorno o problema presentado.

Tras este primer cambio significativo, los protocolos se diseñaron para guiar a los pacientes a reorganizar su sistema perceptivo-reactivo hacia un equilibrio más funcional. El objetivo de esta larga y laboriosa investigación, aplicada a cientos de casos durante un período de más de diez años, fue identificar las formas más adecuadas de resolver cada uno de los problemas específicos estudiados.

Todo esto también ha dado lugar a nuevos supuestos sobre la estructura y los procedimientos de resolución de problemas y las técnicas relacionadas con la relación terapéutica y el lenguaje. Estos protocolos se desarrollaron incluyendo técnicas específicas sobre la estrategia, el lenguaje y la relación terapéutica para cada trastorno o problema estudiado.

Estos protocolos son estricto pero no rígido, ya que son adaptables a las respuestas o efectos obtenidos con las intervenciones introducidas, como en un juego de ajedrez donde, después del movimiento inicial, los siguientes movimientos dependen del juego del oponente.

En un juego de ajedrez, si el jugador puede encontrar movimientos que revelen la estrategia del oponente, entonces está en condiciones de intentar una secuencia formal que lo llevará al jaque mate.

Lo mismo sucede en terapia: si una intervención logra revelar la modalidad o persistencia de un trastorno específico, el terapeuta puede desarrollar un protocolo de tratamiento específico que finalmente conducirá a la solución del problema presentado.

En el psicoterapia estrategica breve, la evaluación del resultado no se formula al final de la terapia, sino en cada etapa del proceso terapéutico. Como en matemáticas, buscamos todas las respuestas posibles a cada maniobra y luego las verificamos a través de procedimientos experimentales empíricos. Esta metodología nos permite restringir las posibles respuestas (a un máximo de dos o tres por cada intervención), permitiéndonos preparar el siguiente movimiento para cada posible respuesta.

Por tanto, procedemos a obtener una evaluación de los efectos y el poder predictivo de cada maniobra individual, y no solo del proceso terapéutico global.

El proceso sistemático de investigación aplicado en diversas formas de trastornos psicológicos ha demostrado ser una importante herramienta de investigación. De hecho, los datos recopilados durante nuestra investigación nos permitieron desarrollar un modelo epistemológico y operativo de la formación y persistencia de las patologías en estudio. Esto nos llevó a una mayor mejora de las estrategias de solución, en una especie de evolución en espiral alimentada por la interacción entre intervenciones empíricas y reflexiones epistemológicas, que conducen a la construcción de estrategias específicas e innovadoras (Nardone, Watzlawick, 2004).

La investigación aplicada a nuestro trabajo clínico (Nardone, Watzlawick, 2000; Nardone, 1993, 1995a; Nardone, Milanese, Verbitz, 1999) nos ha permitido identificar una serie de modelos específicos de interacción rígida entre el sujeto y la realidad. Estos modelos han dado lugar a la aparición de tipos específicos de trastornos psicológicos, que se mantienen por la repetición de intentos de solución disfuncional.

Esto conduce a la formación de lo que llamamos Patógeno "sistema de percepciones y reacciones"[ 1 ], es decir, una obstinada persistencia en recurrir a estrategias que se supone que son efectivas y que han funcionado para problemas similares en el pasado, pero que ahora solo mantienen el problema (Nardone, Watzlawick, 1990).

Así, el modelo evolucionado del enfoque estratégico va más allá de las clasificaciones nosográficas de la psiquiatría y la psicología clínica al adoptar un modelo de clasificación de problemas en el que la construcción del "sistema perceptivo-reactivo" reemplaza las categorías tradicionales de patología mental.

Todo esto va en contra de las tendencias actuales de muchos terapeutas que inicialmente rechazaron las clasificaciones nosográficas tradicionales, pero que hoy parecen querer recuperar su uso. Desde nuestro punto de vista, la clasificación es solo otro intento de forzar los hechos y enmarcar a los pacientes en su propia teoría de la referencia, sin ningún valor operativo concreto.

A la luz de estos supuestos epistemológicos, nos parece imprescindible formular lo que llamamos diagnóstico "operacional" (o "diagnóstico-intervención") en la definición de un problema, en lugar de un diagnóstico meramente "descriptivo". Perspectivas descriptivas como las del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) y la mayoría de los manuales diagnósticos proponen un concepto estático del problema, una especie de "fotografía" que enumera todas las características esenciales de un trastorno. Por otro lado, esta clasificación no proporciona ninguna indicación operativa sobre cómo funciona el problema o su solución.

Por descripción operativa entendemos un tipo de descripción cibernético-constructivista de la modalidad de persistencia del problema, es decir, cómo el problema se retroalimenta a través de una compleja red de retroalimentaciones perceptivas y reactivas entre el sujeto y la realidad personal e interpersonal (Nardone, Watzlawick, 1990) .

Partiendo de estas premisas, en nuestra opinión la única manera de conocer una realidad es intervenir sobre ella, ya que la única variable epistemológica que podemos controlar es nuestra estrategia, es decir, nuestros "intentos de solución". Siempre y cuando una estrategia funcione, nos permite comprender cómo ha persistido el problema. Llegamos a comprender un problema introduciendo un cambio: como sugiere el título de este libro, cambiar para conocer.

Esto es consistente con las nociones de estasis y cambio de Lewin (1951). Lewin argumentó que para entender cómo funciona un proceso es necesario producir un cambio, observando sus efectos y nuevas dinámicas. Partiendo de este supuesto, llegamos a comprender una realidad trabajando sobre ella, adaptando gradualmente nuestras intervenciones y adaptándolas a los nuevos elementos que van surgiendo.

El modelo de terapia avanzada es el resultado final de este proceso empírico experimental, recurriendo a modelos de lógica matemática, que pueden ser continuamente contrastados y verificados, y que, gracias a su formalización, también es replicado y enseñado.

Finalmente, dicho modelo no solo es altamente efectivo y eficiente, sino también predictivo.

Esta última característica nos ha permitido transformar una práctica "artística" en una tecnología avanzada, sin perder el aspecto creativo, necesario para su continuo proceso de innovación. Todo ello se lleva a cabo con el máximo respeto al rigor científico.

Obviamente, cualquier intervención debe tener en cuenta al paciente individual, para el cual debe hacerse a medida.

Como argumentó Erickson, cada individuo tiene características únicas e irrepetibles, incluidas las interacciones consigo mismo, con los demás y con el mundo. Por eso cada caso siempre representa algo original. En consecuencia, toda interacción humana, incluida la terapéutica, es única e irrepetible, y el terapeuta debe adaptar su propia lógica y lenguaje a los del paciente.

Sólo si el terapeuta es capaz de comprender la lógica subyacente y usar el "lenguaje del paciente" puede proceder a investigar a fondo y "con éxito" el problema presentado y sus modos específicos de persistencia. Una vez aclaradas las formas de persistir el problema, el terapeuta estará en condiciones de utilizar la lógica de resolución de problemas que le parezca más adecuada.

El terapeuta ahora puede elaborar cada maniobra, adaptándola a la lógica y el lenguaje del paciente. Asi que, la intervención terapéutica puede mantener su capacidad de adaptación a las peculiaridades y situación de cada paciente, sin por ello perder de vista el rigor estructural de la intervención.

La estrategia se adapta y moldea en función de la estructura del problema y su persistencia, mientras que la relación terapéutica y el lenguaje utilizado deben adaptarse a cada paciente.

Por tanto, incluso cuando adoptamos un protocolo de tratamiento específico, como por ejemplo para los trastornos fóbico-obsesivos o los de la alimentación, cada maniobra es diferente sin dejar de ser la misma, ya que cada intervención sufre cambios en sus aspectos comunicativos y relacionales, manteniendo el mismo problema estratégico. procedimiento de resolución. En este sentido apuntamos al rigor y no a la rigidez.

Giorgio Nardone
(co-fundador y director del Centro de Terapia Estratégica)
basado en el libro cambiar para saber

[ 1 ] Por sistema perceptivo-reactivo entendemos las modalidades redundantes de percepción y reacción del individuo hacia la realidad. Estas modalidades se expresan en el funcionamiento de los tres tipos fundamentales e independientes de relación: entre Yo y Yo, Yo y otros, y entre Yo y el mundo (nardona, 1991).

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